Shshshshsh…¡bruuum! Cuando los hombres y mujeres de Tierras Altas, en la provincia de Chiriquí, escuchan estos ruidos, solo atinan a decir: “¡Dios mío, qué feo se ha puesto el tiempo! ¿Otra vez tendremos que huir de aquí?”.
Así expresan su temor quienes viven en áreas vulnerables como Guadalupe, Cerro Punta, Alto Tribaldos, Las Filipinas, Alto Pineda, La Florentina, Bajo Grande, Las Cumbres, Bambito, Los Lara, Tizingal, Las Perlas y Paso Ancho, en esa
región.
Y es que cuando escuchan el río sonar, saben que piedras trae, en especial si los truenos y el viento empiezan a emitir su temible ruido, ese que asocian con muertes y desapariciones de seres queridos.
Durante décadas, este sector se caracterizó por ser uno de los más productivos y atractivos del país. Su suelo fértil, su prolífica flora y fauna, además del agradable clima, hicieron de esta una de las zonas más visitadas por nacionales y extranjeros; pero el trato irresponsable del ser humano hacia la naturaleza y la inactividad de las autoridades, ha causado que la tranquilidad que se vivía en este paraíso natural, turístico y productivo de Panamá haya desaparecido y, ahora, prevalezca el miedo y la incertidumbre.
Las tragedias ocurridas en el 2014 y 2020, donde hubo pérdida masiva de vidas, lo confirman. Estos hechos marcaron un precedente en la historia de la cuna alimentaria del país y, a partir de ahí se ha vivido un antes y un después.
Ya nada es igual para los más de 20 mil habitantes (según el Instituto Nacional de Estadística y Censo) del hoy distrito de Tierras Altas.
Este año, una vez más, la llegada de la estación lluviosa ha interrumpido la serenidad del pueblo, ubicado a unos 2,000 metros sobre el nivel del mar. Con solo ver el día oscurecerse, los residentes recuerdan los instantes trágicos que
dejaron los huracanes Eta e Iota.
Pero, ¿por qué ahora son más frecuentes los desastres naturales en la zona?
Según el Atlas de Tierras Secas y Degradadas del año 2009, Cerro Punta figura entre las cuatro zonas con mayor degradación en Panamá, junto al Arco Seco, la Comarca Ngäbe Buglé y la Sabana Central Veragüense.
A esto se suman los vertederos clandestinos, tala desmedida, contaminación con agroquímicos, avance de la frontera agrícola, cultivos en pendientes irregulares, actividades turísticas que incumplen la legislación ambiental panameña, así como la lentitud de las autoridades en ejecutar acciones para evitar estos flagelos, tal como pudo constatar este medio durante un recorrido por sitios vulnerables donde habitan más de 10 mil personas.
Historias de angustia
José Rivera tiene 64 años de residir en Bambito, muy cerca del río Chiriquí Viejo. Vivió las inundaciones del 70 y creía que esa mala experiencia la había superado; pero los desastres de los últimos años han violado su paz.
Si empieza a llover y cae la noche, ya no puede dormir. Cada vez que la quebrada La Amenaza se desborda, sufre, igual cuando escucha al río rugir y lo ve arrastrar cuanto objeto halla a su paso.
“¿Usted sabe qué se siente al ver que las horas pasan, la lluvia no cesa y cae la noche? ¡El sonido de los deslaves y la correntía del agua es impresionante! ¡Uff, se han perdido hectáreas y con los embalses se continuarán perdiendo! Nos hemos ido acostumbrando a esto; pero el tiempo ha cambiado y la naturaleza está enviando un mensaje. Bambito ya no es un pueblo tranquilo”, relató, angustiado, el veterano terralteño.
Lo mismo siente Diolva Estribí, una productora que ha vivido 48 años en el lugar, y que en 2008 y 2020, perdió los cultivos y todo lo que estaba dentro de su casa. En 2020, fue evacuada junto a su esposo, cuatro hijos y su madre;
pero regresaron para seguir su faena y subsistir.
“Hay nerviosismo porque ha habido muertos. El dragado del río no se hizo bien, se llevaron las piedras grandes y no hay nada que detenga el fuerte caudal”, expresó, por su parte, el morador José Villarreal.
Los lugareños admiten que “la culpa de lo que ocurre con el clima es de los hombres, porque muchos productores han movido la tierra de las faldas de las montañas y no se capacita al agricultor para hacer barreras con plantas a fin de
que el agua llegue sin fuerza al río".
Los expertos tienen mucho que decir
El científico ambiental de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Panamá, Dr. Ariel Rodríguez, informó que en los 80 hubo una buena misión con la creación del Parque Internacional La Amistad, declarado Patrimonio de la Humanidad; el Parque Nacional Volcán Barú, denominado Reserva de la Biosfera, y las Lagunas de Volcán, porque es una manera de ordenar el territorio basado en su riqueza ecológica; pero no se tomaron en cuenta los puntos adyacentes a las Áreas Protegidas y ha habido abuso y mal uso del suelo, las aguas, plaguicidas, mal diseño urbanístico, acaparamiento de tierras y destrucción de la naturaleza dentro y fuera de la zona, subrayó.
Según el biólogo, el cambio climático nos ha sorprendido huérfanos de políticas fuertes que sirvan para conservar los recursos. “Si no hay respeto y no se ejecutan las leyes ambientales, y a eso adicionamos las tormentas, huracanes y demás fenómenos, el problema se agravará y repercutirá en las tierras bajas”, precisó.
En 2021, ambientalistas denunciaron ante la Secretaría para la Legislación Ambiental (SALA), como parte del Tratado Panamá - Estados Unidos, las malas prácticas que están violando las normas ambientales dentro de las Áreas
Protegidas; pero según Rodríguez, las acciones no han sido controladas y las sanciones son irrisorias comparadas con el daño causado.
El experto puso como ejemplo la Laguna de Volcán, ecosistema especial de sabanas de Tierras Altas, único en Panamá, que la están transformando en área agrícola y residencial.
“Las tierras altas de Panamá han sido subutilizadas para un verdadero modelo de desarrollo sostenible, y se ve en la organización de los barrios, pueblos y ciudades. Hay un plan pobre de manejo urbanístico y emprendedurismo local.
Una Reserva de la Biosfera busca un modelo de desarrollo sostenible para una región con altos valores de conservación, y en Panamá se ha ignorado ese concepto desde el año 2000 que fue creada”, afirmó.
Mientras tanto, el coordinador técnico del Departamento de Adaptación al Cambio Climático del Ministerio de Ambiente (MiAMBIENTE), Israel Torres, declaró que “en Tierras Altas, el ser humano, en aras de buscar cosas, ha construido y hecho economía donde no debía. Los desastres naturales se han acentuado debido al cambio climático, lo que ha traído repercusiones hidrológicas debido a que la cordillera es muy pequeña y cuando llegan al Pacífico ondas tropicales desde el Caribe, algunos núcleos rompen en la zona y en corto tiempo decanta con fuerza mucha lluvia”.
Granito de arena en un mar inmenso
Un informe elaborado por SALA, tras un estudio de campo en las Áreas Protegidas, concluyó que la deforestación incide y aumenta la vulnerabilidad frente a los eventos naturales. Pero, ¿qué se está haciendo para proteger a la madre naturaleza?
En 2021, MiAMBIENTE presentó al Consejo Municipal de Tierras Altas, el Plan Distrital de Seguridad Hídrica. Igualmente, elabora el informe sobre el impacto del incendio en Cerro Punta el pasado 15 de mayo, que afectó parte de las Áreas Protegidas. Además, se revisa un informe sobre los escenarios de cambio climático de precipitación media anual en cuanto a temperaturas máximas y mínimas, con apoyo de una universidad alemana y de República Checa, ya que Panamá no cuenta con el equipo para realizar esas mediciones.
En el mes de junio, también se desarrolló el III Simulacro de Desastres que permitió capacitar a la población y lograr una hoja de ruta para saber cómo actuar ante cualquier evento; y en el marco del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía el pasado 17 de junio, la entidad destacó en su web, que el Proyecto de Manejo Sostenible de la Tierra registra significativos avances en la implementación de medidas de manejo sostenible de la tierra, ganadería y agricultura climáticamente inteligente en las cuencas hidrográficas, incluyendo el río Chiriquí Viejo.
Asimismo, se impulsa el uso de una herramienta web para el monitoreo de las tierras degradadas.
Contradicciones entre lo que se hace y lo que se informa En contraposición al trabajo de las autoridades, los residentes, líderes comunitarios y ambientalistas, se muestran insatisfechos y esperan acciones concretas.
La directora de la Fundación para el Desarrollo Integral, Comunitario y Conservación de Ecosistemas en Panamá (FUNDICEP), Damaris Sánchez, advierte que “las acciones tienen que concretarse. Reunirnos en un hotel y presentar un plan, no es cumplir una meta de seguridad hídrica. No podemos seguir diciendo afuera del país que estamos siendo eficientes en el cuidado de la naturaleza, cuando en la práctica vemos tala y avance de la frontera agrícola. El discurso de que estamos previniendo el cambio climático, es contradictorio con la práctica de lo que se mira en todo el país”.
En 1980, más de 200 toneladas de suelo por hectáreas se perdieron por año.
Esta tasa debe haberse incrementado, enfatizó, y pidió transparencia en el manejo de la información y que los acuerdos que se firman en el ámbito internacional sobre participación ciudadana y acceso a la información ambiental, se cumplan, y los ciudadanos sean tomados en cuenta para la toma de decisiones y no para generar informes.
Otro que se pronunció meses atrás fue el empresario Carlos Alfaro, propietario del Hotel Los Quetzales, quien cuestionó a la entidad por “no funcionar para proteger el ambiente, sino responder a intereses económicos, permitiendo
hidroeléctricas y ganadería, incluso en las Áreas Protegidas.
¿Informes internacionales basados en estudios viejos?
No se conoce con exactitud qué porcentaje de capa de suelo se ha perdido, porque “no hemos hecho ningún estudio sobre erosión de suelo en esa zona, ya que es algo que requiere mucho trabajo y presupuesto. Lo que existe es lo
que se ha hecho antes y estimaciones, pero no con precisión”, admitió la directora de Seguridad Hídrica de MiAMBIENTE, Karima Lince.
No obstante, llama la atención que, al referirse al informe presentado por Panamá en enero de este año ante la Convención de Naciones Unidas en la Lucha Contra la Desertificación, el jefe del Departamento de Conservación de
Suelos de la citada entidad, Ing. Joel Jaramillo, dijo que el objetivo es “proporcionar información actualizada y detallada sobre la situación de la desertificación, la degradación de las tierras y la sequía en el país, porque Panamá busca cumplir con sus compromisos y compartir los avances, desafíos y medidas adoptadas para combatir la desertificación y promover la gestión sostenible de las tierras”.
Dicho informe proporciona una base para la toma de decisiones informada y el diseño de políticas y programas efectivos para abordar la desertificación y la degradación de las tierras.
También brinda oportunidad de compartir buenas prácticas y solicitar apoyo y cooperación internacional. Igualmente, promueve la transparencia y la rendición de cuentas, al permitir que la comunidad internacional evalúe los esfuerzos realizados por Panamá en esta materia, detalló el funcionario.
De leyes y cumplimiento
Y, ¿por qué no se cumplen las leyes? La presidenta del Comité de Riesgo de Paso Ancho, Blanca Miranda, hizo un llamado a las autoridades: “No se trata de conceder permiso, sino de inspeccionar qué árbol se está talando y dónde depositan los desechos”.
Sobre el tema, el técnico de MiAMBIENTE, Israel Torres, dijo que en el asunto intervienen Salud, Aseo y Municipio, y es la Alcaldía la que aplica las multas y sanciones.
Al respecto, el alcalde Javier Pittí aseguró que hay decretos que establecen multas y acuerdos municipales para reglamentar el manejo de los desechos sólidos, y pidió a los productores reciclar las botellas plásticas de químicos
que iban a dar al río Chiriquí.
Hasta la fecha se han encontrado más de 30 vertederos clandestinos que desembocaban en el afluente y las personas han sido sancionadas con multas de 50 a más de 200 balboas, igual con quienes queman basura y provocan incendios.
La autoridad reconoció que en el distrito hay más de 50 embalses, de los cuales el 70% están en las partes altas. Algunos datan de 50 a 60 años y uno está ubicado en el Volcán Barú.
“Para limpiarlo y eliminarlo hay que subir lajas de 50 metros de altura y sería un costo extra millonario a través del Estado o alguna organización internacional”, explicó antes de informar que dentro de pocos días tendrán el Plan de Ordenamiento Territorial del distrito.
Consecuencias y reflexiones
A criterio del ingeniero Torres, de seguir las malas prácticas, la temperatura mínima y máxima de aquí al 2030, podría aumentar; lo que provocará más evaporación con la máxima y desarrollo de enfermedades con la mínima.
Estimó que la explotación agrícola en suelos profundos ocasionará efectos negativos a mediano plazo, ya que se perderá suelo fértil, se degradará su estructura, disminuirá la retención de agua, aumentará la vulnerabilidad a la sequía, se incrementará la pérdida de nutrientes y contaminarán las fuentes hídricas.
En cuanto al manejo de los desechos, sugirió practicar la economía circular o reciclar; es decir, un cambio de cultura para que la población divida los desechos plásticos, vidrios y cartones en bolsas o cestos diferentes, de manera que puedan reciclarse.
El funcionario destacó que Panamá ha ido avanzando en materia de educación sobre el cambio climático. No obstante, admitió que falta financiamiento y políticas públicas agresivas para trabajar de la mano con las comunidades, establecer áreas de vulnerabilidad, ordenar el territorio y poner en marcha una campaña mediática para incentivar a la población a practicar el reciclaje.
Entretanto, Salvador Martínez, miembro del Comité de Gestión de Riesgo de Paso Ancho, considera necesario crear una Oficina de Gestión de Riesgo Municipal, que sea de prevención y no de respuesta.
Con esa misma línea coincide la dirigente Damaris Sánchez, para quien urge establecer mecanismos de alerta temprana hacia las comunidades, para que la información de ETESA llegue explícita a las personas y que se haga un
trabajo interinstitucional entre MiAMBIENTE, el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA) y la Alcaldía, con el propósito de incentivar a los productores a realizar prácticas que reduzcan el riesgo y a hacer trabajos de
ingeniería que contribuyan a mitigar los daños que causan las aguas acumuladas.
Este medio se despidió de José Rivera, allá en Bambito, no sin antes escuchar una advertencia: “si el gobierno no toma cartas en el asunto, se va camino hacia el derrumbe total, porque los embates de la naturaleza nos están
golpeando cada vez más fuerte. Tenemos que pensar en vivir en otra zona, porque aquí no se va a poder. El cambio climático va a seguir, no lo podemos frenar, vendrán muchos huracanes; y por eso urge evitar la tala y reforestar para amarrar las tierras”.